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Testigo del debut triunfal de Fuentes en el Salón Gourmets

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Una bitácora del sensei Hiroshi Umi.

Adoro las ferias de renombre. Especialmente las de gastronomía. Son estupendas para instalar una app en el móvil y contabilizar los pasos. Uno, dos, tres, cuatro paseos arriba, cuatro abajo… Hasta 10 kilómetros se han zampado en una jornada estos pies nipones y trotamundos según me ha chivado el smartphone. ¿Que comes y bebes sin vista en diferentes escalas por falta de voluntad o gula pura? Pues a patear todas las calorías hasta que se larguen por la suela de tus mullidos zapatos. Moqueta carmesí, canapés por doquier, novedades estimulantes, estreno de producto, masas madre y chefs que son hermanos…  Qué mejor motivo que el Salón Gourmets postpandemia para arrimarme a mi amado Madrid, husmear y meter la cuchara y el tenedor en tan tentador potaje.

Hospitalidad con clientes y visitantes

Marcado en color bermellón, un debut, un estreno, una puesta de largo largamente esperada. La de Atún Rojo Fuentes en una plaza tan exigente y escrutadora como es Madrid. Como continente y carta de presentación, su stand. Pulcro, geométrico, diáfano. Sin arabescos innecesarios ni piruetas arquitectónicas fatuas. Radicado en una confluencia de tránsito idónea; en el Pabellón 8 y en el pasillo F, un corredor casi conectado con el Pabellón 6, lo que favorecía visibilidad, el cruce de caminos sin muchedumbres ni aglomeraciones. “Estamos muy contentos con el lugar. La gente nos ha felicitado por un stand que es todo hospitalidad con clientes y visitantes”, me comenta Isaac Hermo, quien maneja el cotarro y agarra el timón de los compromisos de nivel del sello Fuentes.

Qué felicidad ver a tanta gente conocida reunida en un cubículo consagrado al titán de los mares. Como bien me comenta Cristina Fuentes, “con este stand damos la bienvenida a la gran familia del atún rojo en una gran plaza como es Madrid”. En los taburetes departía relajadamente José Miguel Serrano, de Cominport, con algunos de sus proveedores y colegas; en el otro lado, bajo las fotos en blanco y negro de pesca y esfuerzo, charlaba Antonio Luengo Zapata, Consejero de Agua, Agricultura y Pesca de la Región de Murcia, con miembros de la familia Fuentes, al tiempo que el chef Julián Mármol, timonel de ese estelar búnker madrileño-japonés llamado Yugo The Bunker, se dejaba caer por este espacio efímero para dedicar toda suerte de parabienes. Una imagen en espectacular macro de solomillo con tuétano, receta surgida de la fértil imaginación del propio Mármol, justificaba de por sí la presencia del cocinero en estas latitudes.

Showcooking en directo

Y frente a la espectacular cámara de maduración, se arremolinaba el público ante la visión anatómica de la longuilínea espina dorsal, los lomos tersos y las ventrescas infiltradas aguardando cuchillo. Hubo tasting, cata, delectación. Mucha y variado. En la barra vista, en un showcooking sin trampa ni cartón y donde el producto se erige en actor principal, los chefs Ángel Camacho y Nico Calvo concitaban la atención de unos visitantes ávidos de la más sublime materia prima. Entre los dos, han ido devanando casi media tonelada de atún, o sea, dos ejemplares fresquísimos directamente extraídos del mar de Cartagena.

Un ir y venir de bandejas de nigiris, makis o sushi (y hasta salazones) que delataban la emoción del atún rojo ante la mirada del respetable. Porque hasta el gran Mundi Ynglada, el tenor del restaurante Arahy donde Rajoy masticó moción de censura, ha servido bandejas de atún reluciente dentro de su (pen)último bajel, al que ha tenido a bien bautizar como Proyecto Magia. Me he ido topando con las imágenes encuadradas y saturadas de color y filtros –que reflejan sus tiraditos, sus dados y su salsa wasabi secretísima– por esos vericuetos laberínticos de Instagram durante estas jornadas gastro que han anegado las stories. Como colofón, la ilustre y gratificante visita del embajador plenipotenciario de Japón en España, Kenji Hiramatsu, que como siempre hizo gala de su gran temple y su proverbial y exquisita educación.

Han sido 96 horas en las que he tenido que esquivar en el propio stand a televisiones nacionales y regionales de todos los colores que han colado el objetivo en el stand para acercar el obturador hasta la mismísima parpatana… Al final, cuando los pies ya no se sienten y los operarios retiran la moqueta, a todos los actores de esta función les inunda la sensación del deber cumplido. Descorche de postrero cava español. Brindis. Abrazos. Atrás queda la tensión del estreno, las mariposas en la ventresca. Por delante, muchos años más de Fuentes citándose con la gran parentela del atún rojo en, pongamos que hablo de, Madrid